A ritmo de merengue
Juan Achutegui Sarrionandia, Amorebieta (Vizcaya)
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En la imagen, Juan Achutegui.
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Hoy comienza oficialmente la Ruta Quetzal BBVA 2003,
tras una larga espera que todos los ruteros hemos vivido desde
principios de abril, cuando nuestros nombres aparecieron en la página
web de la Ruta Quetzal BBVA.
Pero estos dos meses de espera se han visto gratamente recompensados
hoy. El primer día ha sido impresionante, pese a que, cuando
empezó, nadie tenía ánimos para caminar: el clima
tropical, las tormentas, perros y gallos hacen de nuestro sueño
un continuo sobresalto frente a la apacible monotonía de la
noche occidental.
Por la mañana, Jesús Luna, jefe de campamento, nos
despertó a todos al son de "tirolí, tirolá,
qué bonito es despertar y decir con alegría: ¡Buenos
días, tía María!
Confieso que, tras leer estas palabras en crónicas de expedicionarios
de años anteriores, el pequeño canto que me sacó
del reino de Morfeo consiguió arrancarme la sonrisa tras una
mala y ajetreada noche; pero lo mejor estaba por venir.
Tras un desayuno rápido, nos organizamos para visitar la ciudad
colonial, y a nosotros nos tocó comenzar por el Alcazar, antiguo
palacete construido por Diego Colón, hijo del Almirante Cristóbal
Colón. Hemos visto todos los artesonados del techo, trabajados
en caoba; toda la orfebrería y colección de objetos
tan dispares como libros y cofres.
Desde su balaustrada se domina todo el río Ozama y la zona
este de Santo Domingo. La visión realmente impresiona, principalmente
por el contraste: estamos sobre el borde de la fortaleza que guarece
la zona antigua, y frente a nosotros se alzan modernos rascacielos
y dársenas.
Tras la visita al alcazar, fuimos al museo de las casas reales, siguiendo
la calle de las Damas, que es la primera calle de todo América.
Dimos un pequeño rodeo por las callejuelas cercanas y la plaza
de la catedral; y, finalmente, volvimos a la fortaleza Ozama, nuestra
base y campamento. Allí nos esperaba una comida llena de sabores,
colores y matices, que nos pareció manjar de dioses, seguramente
por el hambre que teníamos.
Tuvimos un pequeño descanso que nos parecía eterno
y que fue cálidamente acogido, y los monitores nos dieron la
primera gran sorpresa: íbamos a visitar el Mercado Modelo,
un bazar donde venden todo tipo de productos americanos.
La caminata hasta el mercado nos llevó a través de
las calles más pintorescas que uno puede imaginar, y pudimos
vivir de cerca la irrepetible forma de vida del Caribe: vigorosa,
alegre, optimista, musical...
El mercado fue muy gracioso, pues el simple hecho de regatear con
los vendedores se convertía en un espectáculo y muchas
veces bailábamos sin motivo alguno.
Pero el mejor instante para todos fue cuando el dueño de un
bar situado en el centro del mercado, una simple barra, puso música
merengue y sacó unos instrumentos típicamente caribeños
en un desesperado intento de atraer clientela.
Lo que comenzó siendo una juerga de cuatro compañeros
(Mena, Naco, Jorge y yo), terminó en una algarabía frenética
de unas 100 personas.
Sin apenas notarlo, nos encontramos bailando todos al compás
de las maracas y corriendo por el mercado, agitando la bandera se
la República Dominicana. En fin, una tarde de frenesí
y desenfado que a buen seguro ninguno de nosotros olvidará.
Para terminar el día, recibimos al grupo B de los expedicionarios
recien llegados de sus países, y su recibimiento fue amenizado
por un grupo que espontaneamente comenzó a tocar merengue.
Tuvimos una misa de bienvenida oficiada por el Cardenal de la República
Dominicana y, tras cenar, cada uno se fue a su tienda, a conocer nuevos
compañeros de aventura, dejarse llevar por la magia de Morfeo,
y empezar a soñar con lo que el siguiente día traería
consigo.
Queridos lectores, la Ruta Quetzal BBVA 2003 ha comenzado.
