Crónica del día 22 de junio

A ritmo de merengue
Juan Achutegui Sarrionandia, Amorebieta (Vizcaya)

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, Juan Achutegui.

Hoy comienza oficialmente la Ruta Quetzal BBVA 2003, tras una larga espera que todos los ruteros hemos vivido desde principios de abril, cuando nuestros nombres aparecieron en la página web de la Ruta Quetzal BBVA.

Pero estos dos meses de espera se han visto gratamente recompensados hoy. El primer día ha sido impresionante, pese a que, cuando empezó, nadie tenía ánimos para caminar: el clima tropical, las tormentas, perros y gallos hacen de nuestro sueño un continuo sobresalto frente a la apacible monotonía de la noche occidental.

Por la mañana, Jesús Luna, jefe de campamento, nos despertó a todos al son de "tirolí, tirolá, qué bonito es despertar y decir con alegría: ¡Buenos días, tía María!

Confieso que, tras leer estas palabras en crónicas de expedicionarios de años anteriores, el pequeño canto que me sacó del reino de Morfeo consiguió arrancarme la sonrisa tras una mala y ajetreada noche; pero lo mejor estaba por venir.

Tras un desayuno rápido, nos organizamos para visitar la ciudad colonial, y a nosotros nos tocó comenzar por el Alcazar, antiguo palacete construido por Diego Colón, hijo del Almirante Cristóbal Colón. Hemos visto todos los artesonados del techo, trabajados en caoba; toda la orfebrería y colección de objetos tan dispares como libros y cofres.

Desde su balaustrada se domina todo el río Ozama y la zona este de Santo Domingo. La visión realmente impresiona, principalmente por el contraste: estamos sobre el borde de la fortaleza que guarece la zona antigua, y frente a nosotros se alzan modernos rascacielos y dársenas.

Tras la visita al alcazar, fuimos al museo de las casas reales, siguiendo la calle de las Damas, que es la primera calle de todo América.

Dimos un pequeño rodeo por las callejuelas cercanas y la plaza de la catedral; y, finalmente, volvimos a la fortaleza Ozama, nuestra base y campamento. Allí nos esperaba una comida llena de sabores, colores y matices, que nos pareció manjar de dioses, seguramente por el hambre que teníamos.

Tuvimos un pequeño descanso que nos parecía eterno y que fue cálidamente acogido, y los monitores nos dieron la primera gran sorpresa: íbamos a visitar el Mercado Modelo, un bazar donde venden todo tipo de productos americanos.

La caminata hasta el mercado nos llevó a través de las calles más pintorescas que uno puede imaginar, y pudimos vivir de cerca la irrepetible forma de vida del Caribe: vigorosa, alegre, optimista, musical...

El mercado fue muy gracioso, pues el simple hecho de regatear con los vendedores se convertía en un espectáculo y muchas veces bailábamos sin motivo alguno.

Pero el mejor instante para todos fue cuando el dueño de un bar situado en el centro del mercado, una simple barra, puso música merengue y sacó unos instrumentos típicamente caribeños en un desesperado intento de atraer clientela.

Lo que comenzó siendo una juerga de cuatro compañeros (Mena, Naco, Jorge y yo), terminó en una algarabía frenética de unas 100 personas.

Sin apenas notarlo, nos encontramos bailando todos al compás de las maracas y corriendo por el mercado, agitando la bandera se la República Dominicana. En fin, una tarde de frenesí y desenfado que a buen seguro ninguno de nosotros olvidará.

Para terminar el día, recibimos al grupo B de los expedicionarios recien llegados de sus países, y su recibimiento fue amenizado por un grupo que espontaneamente comenzó a tocar merengue.

Tuvimos una misa de bienvenida oficiada por el Cardenal de la República Dominicana y, tras cenar, cada uno se fue a su tienda, a conocer nuevos compañeros de aventura, dejarse llevar por la magia de Morfeo, y empezar a soñar con lo que el siguiente día traería consigo.

Queridos lectores, la Ruta Quetzal BBVA 2003 ha comenzado.


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