Jesús Luna, de 39 años, es, como el año pasado, el jefe del campamento, el encargado de que todo funcione en la pequeña ciudad itinerante de un centenar de tiendas que hospeda a los expedicionarios.
Luna tiene que escoger el lugar de acampada, es el encargado de la logística, el que dirige los movimientos del grupo y el último responsable de que se cumplan las normas básicas de este hormiguero humano.
Su relación con la Ruta comenzó en 1989, cuando viajó como monitor del grupo 14 del campamento en la expedición que llevaba por lema Rumbo al Orinoco.
Desde 1992 fue encargado de material y ya en 2001, jefe de los monitores que lideran los grupos de chicos.
Su recuerdo más intenso en todos los años que ha participado en la Ruta se remonta a 1993 cuando en Copán (Guatemala) una fuertísima tromba de agua inundó todas las tiendas y les obligó a pasar la noche evacuando a los chicos.
Según afirma, lo más difícil de su trabajo es hacer que los chicos funcionen como grupo, que comprendan que en la Ruta, además de personas individuales, constituyen un equipo y deben ayudarse y cuidarse unos a otros.
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