Crónica del 25 de julio

De Cartagena a Valencia
Olalla Gómez Fontecha (Madrid)
Rosa Espadero Canelo (Cáceres)


Olalla y Rosa.

Todo indicaba que iba a ser un día tranquilo, pero la Ruta Quetzal BBVA cambia con frecuencia lo que pensamos por lo que después sucede en realidad. Así, por ejemplo, el megáfono de Luna fue sustituido por la megafonía del Hernán Cortés. Rápidamente subimos las escaleras del barco para ir a las duchas, pero el agua se agotó.

Nos contentamos con ir a desayunar e ir después a visitar la base submarina de la Armada Española. Salimos del buque y en la base nos recibieron los militares con una bienvenida y una ordenación para comenzar la visita. Realizamos seis diferentes actividades, desde visitar el interior de un submarino, conferencias sobre el escape y rescate en caso de accidente, simulacro de inundación y visita a un simulador de la cabina de mandos. Fue muy interesante porque normalmente nadie tiene la oportunidad de hacer algo así.

Allí mismo en la base submarina nos hicimos la típica foto de grupo. Todos estábamos exhaustos del calor que hacía en Cartagena y lo único que nos apetecía ya a esas horas del mediodía era estar a la sombra y llegar pronto al barco. Por suerte nuestro sueño se cumplió y algunos aprovechamos momentos para dormir, otros para escribir en los diarios esas dedicatorias de "despedida" que, una vez en casa, todos leeremos para recordar a toda la gente de la Ruta.

La navegación rumbo a Valencia duraría todo el día y toda la noche, así que había que aprovechar la tarde en el barco. Después de comer nos tocaban talleres y, además de esgrima y aeróbic ya conocidos, se añadió otro muy llamativo de recorrido guiado por el buque Hernán Cortés. La visita se nos hizo amena y muy interesante.

También nos encantó estar en proa durante unos minutos de relax contemplando el intenso azul marino del Mediterráneo. Esos instantes son los que te hacen disfrutar y reflexionar sobre las nuevas experiencias que estamos viviendo. Hay que decir que el rato que estuvimos esperando antes de la cena, un relajante "taller de masajes" y "coreografías de baile moderno" fueron muy divertidos y admirados por los marineros que nos observaban sorprendidos.

Tras los talleres, nos encontraríamos con la dos grandes sorpresas del día: la suculenta cena que nos esperaba, ya que hacía tiempo que no nos comíamos un simple huevo frito con patatas. Y la segunda y más animada sorpresa: el concurso de canciones por grupos "amigachu mix", que fue una especie de Eurovisión entre los distintos grupos de la Ruta. Aunque cansados, pero no aburridos, cada grupo nos inventamos las letras de las canciones. Incluso teníamos un jurado llevado a cabo por tres marineras muy marchosas y existía también el "aplausometro" para medir la canción preferida. El grupo 17 se proclamó campeón de los Ruteros.

Y mientras contemplábamos la colorida puesta de sol frente a las costas de Calpe, el megáfono nos avisaba para la cena que nos esperaba. Hacía tiempo que no nos comíamos un simple huevo frito con patatas, hamburguesas, empanadillas... Y a dormir, que es necesario recuperar fuerzas para la jornada que nos espera en Valencia.

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