Crónica del 22 de julio

Pico Duarte y Pico Mulhacén...y "el atajo"
Marta Herrero (Córdoba)
Paloma Obando (Costa Rica)


Marta y Paloma.

Al Pico Duarte subieron un 75%; al Mulhacén, un 60%. El ánimo en el Duarte, podía calificarse de “excitante”; ante el Mulhacén, un poco “dudoso”. Salieron victoriosos ante el Duarte 46 personas que llegaron a la cima total; unas 200 coronaron el Mulhacén. Lesionados en el Duarte, 20; el Mulhacén hirió solamente a 8. La dificultad ante el Duarte fue extrema por el poco tiempo, calor y humedad, la dificultad del Mulhacén fue de un 12%.

Ambos picos tenían su estilo, pero lo que éstos compartieron durante la Ruta fue el ser objetivos fijos y lecciones de supervivencia. En llano, en tienda, en un pico o en la playa, cada uno de estos días te enseña: desde el mínimo trago de agua deseado con las más profundas ansias, hasta el consuelo de una palabra que proviene de algún casi desconocido, son aspectos que hemos aprendido a valorar durante cada día de Ruta Quetzal BBVA.

Una anécdota importante: el “atajo”, que tenía los siguientes puntos de referencia: una acequia, un transformador, las caballerizas, varios giros a la izquierda, tres o cuatro cortafuegos... A la vez que nosotros agilizábamos el paso para encontrar todo y llegar al pueblo, el resto de expedicionarios marchaban en dirección al campamento, pero sobre la carretera.

A medida que avanzaba nuestro grupo de 9, encontrábamos todos los puntos de referencia aún con la idea de llegar primeros. Sin embargo, no nos percatamos de lo siguiente: teníamos que cruzar la acequia, rodear las caballerizas, caminar en línea recta desde el transformador, atravesar los tres o cuatro cortafuegos anteriores, una que otra barrera, una caída al río de Paloma, las pierna rasguñadas por las espinas de Raquel, los tobillos doblados de Marta, hambre, sueño y cansancio. Pero ¡a seguir andando!

¡Qué alegría al ver el pueblo, mi Dios! Ya solamente restaban tres kilómetros, durante los cuales topamos con un grupo que decía ser el último de la expedición, lo que implicaba que las dificultades nos habían llevado al punto deseado, pero no a la hora esperada; lo cual no nos desanimó mucho, ya que hubo momentos en que sospechamos tener que dormir al aire libre lo más lejos posible de avispas, ya que Paloma es alérgica, pero al fin llegamos.

Esto nos enseñó bastante sobre ubicación, cómo bajar por rocas, saltar algunas plantas; pero, sobre todo, a compartir manos para seguir, agua, palabras de apoyo y “la foto de la victoria” a la hora de la entrada en el campamento. Un reto más que terminaba, por culpa del... “atajo“.

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