Pico Duarte y Pico Mulhacén...y "el
atajo"
Marta Herrero (Córdoba)
Paloma Obando (Costa Rica)
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Marta y Paloma.
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Al Pico Duarte subieron un 75%; al Mulhacén, un 60%. El ánimo
en el Duarte, podía calificarse de excitante; ante
el Mulhacén, un poco dudoso. Salieron victoriosos
ante el Duarte 46 personas que llegaron a la cima total; unas 200
coronaron el Mulhacén. Lesionados en el Duarte, 20; el Mulhacén
hirió solamente a 8. La dificultad ante el Duarte fue extrema
por el poco tiempo, calor y humedad, la dificultad del Mulhacén
fue de un 12%.
Ambos picos tenían su estilo, pero lo que éstos compartieron
durante la Ruta fue el ser objetivos fijos y lecciones de supervivencia.
En llano, en tienda, en un pico o en la playa, cada uno de estos días
te enseña: desde el mínimo trago de agua deseado con
las más profundas ansias, hasta el consuelo de una palabra
que proviene de algún casi desconocido, son aspectos que hemos
aprendido a valorar durante cada día de Ruta Quetzal BBVA.
Una anécdota importante: el atajo, que tenía
los siguientes puntos de referencia: una acequia, un transformador,
las caballerizas, varios giros a la izquierda, tres o cuatro cortafuegos...
A la vez que nosotros agilizábamos el paso para encontrar todo
y llegar al pueblo, el resto de expedicionarios marchaban en dirección
al campamento, pero sobre la carretera.
A medida que avanzaba nuestro grupo de 9, encontrábamos todos
los puntos de referencia aún con la idea de llegar primeros.
Sin embargo, no nos percatamos de lo siguiente: teníamos que
cruzar la acequia, rodear las caballerizas, caminar en línea
recta desde el transformador, atravesar los tres o cuatro cortafuegos
anteriores, una que otra barrera, una caída al río de
Paloma, las pierna rasguñadas por las espinas de Raquel, los
tobillos doblados de Marta, hambre, sueño y cansancio. Pero
¡a seguir andando!
¡Qué alegría al ver el pueblo, mi Dios! Ya solamente
restaban tres kilómetros, durante los cuales topamos con un
grupo que decía ser el último de la expedición,
lo que implicaba que las dificultades nos habían llevado al
punto deseado, pero no a la hora esperada; lo cual no nos desanimó
mucho, ya que hubo momentos en que sospechamos tener que dormir al
aire libre lo más lejos posible de avispas, ya que Paloma es
alérgica, pero al fin llegamos.
Esto nos enseñó bastante sobre ubicación, cómo
bajar por rocas, saltar algunas plantas; pero, sobre todo, a compartir
manos para seguir, agua, palabras de apoyo y la foto de la victoria
a la hora de la entrada en el campamento. Un reto más que terminaba,
por culpa del... atajo.
