Crónica del 22 de julio

Recuerdos del Mulhacén
Álvaro Laguna (Sevilla)


Álvaro.

Han pasado ya dos días desde la subida al Mulhacén y es el momento en el que los expedicionarios quieren brindar su recuerdo a uno de los mejores momentos de la Ruta Quetzal BBVA 2003. El Mulhacén sigue vivo en todos ellos y, después de dos noches de descanso, todo el mundo quiere dejar constancia de su experiencia. Recogemos algunos datos que, todos ellos juntos bien pueden titularse “Recuerdos del Mulhacén“, aunque un tanto a destiempo de las crónicas inmediatas que publicamos ayer mismo.

Tiéndeme una mano y subiré montañas

Hay gente que se pregunta ¿de qué sirve subir montañas? Aquí, en la Ruta, no sólo he encontrado una respuesta, sino un tesoro de sensaciones.

Cuando en la cima, derrotado, te golpea el viento helado en el sudor que te resbala por la espalda, el candor cálido de un abrazo es suficiente para hacer olvidar el cansancio, la sed o el frío.

Cuando en la cuesta más empinada, alguien te tiende la mano o te brinda unas palabras de ánimo, cuando te ofrecen agua o se preocupan por ti... Un sencillo ¿cómo estás? Te hace sentir afortunado por estar viviendo algo único bajo el marco de la Ruta Quetzal BBVA y rubricado por cada uno de los expedicionarios.

Del Mulhacén se podrían contar infinidad de maravillas y describir innumerables paisajes de esos que no se olvidan fácilmente. Pero yo prefiero quedarme con la parte humana ¿qué sería del pico más alto de la Península sino la gente no extrajera de sus caderas el placer de superar un reto? Un reto como puede ser llegar a lo más alto, tanto física como psicológicamente.

Es en los placeres difíciles donde está la plenitud, la verdadera felicidad, felicidad que hemos compartido los expedicionarios de la Ruta no sólo en la ascensión del Mulhacén sino durante todo nuestro viaje.

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