Diálogos en la cumbre del Mulhacén
Juan Achutegui (Amorebieta, Vizcaya)
Myriam Martínez (Cádiz)
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Myriam y Juan.
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Aquel día 21 de julio nos encontrábamos a las seis
de la tarde en un pueblecito de Sierra Nevada, llamado Trevélez.
Allí comenzó una de las aventuras más importantes
que hemos vivido en la Ruta Quetzal BBVA.
La primera impresión fue aterradora: las empinadas calles
del pueblo nos invitaban a dejarlo todo; pero, una vez que comenzó
la marcha, todo se hizo más llevadero. Llegamos a las dos de
la madrugada al campamento en que íbamos a dormir aquella noche,
sin tienda. Al llegar allí mucho antes de lo que creíamos,
comenzamos a sorprendernos a nosotros mismos.
Al día siguiente, tras una noche bajo las estrellas -mucho
más cerca de ellas de lo que estuvimos en mucho tiempo- comenzamos
el ascenso muy animados, a pesar de un ambiente general de cansancio.
El ánimo que nos dábamos entre nosotros fue quizá
el impulsor de que JUAN y MYRIAM, por este orden, llegásemos
allí los primeros y, además de cansados, sonriendo y
felices. He aquí el diálogo que establecimos entre los
dos, una vez que descendimos, ya relajados, en el campamento base.
- Sin duda fue una aventura inolvidable: todavía me parece
increíble que llegásemos tan rápido.
- Es cierto, la última parte de la subida fue algo dura, nunca
olvidaré ese viento que te empujaba fuera del camino empedrado.
- La verdad es que en principio iba con algo de miedo porque no quería
que se repitieran los malos momentos que pasé subiendo al Pico
Duarte en la República Dominicana.
- Sí, yo también tenía miedo de no poder conseguirlo.
Lo estuve pensando hasta el último momento; pero sabía
que, si no subía, me iba arrepentir.
- A mí me pasó igual; pero, a medida que iba ascendiendo,
mí miedo disminuía.
- Aun así, la posición en la que se llega no importa
mucho: lo que realmente tiene valor es que todos hiciéramos
un esfuerzo para coronar la cima.
- De hecho, para mí, el mejor momento fue cuando todos estábamos
en la cumbre celebrando nuestra victoria.
- Tampoco podemos olvidar la inmensa sierra que veíamos en
la que, a pesar de ser verano, se distinguían neveros que brillaban
como espejos a la luz del sol; sentimos un gran orgullo.
- También recuerdo cómo podíamos observar a
contraluz la silueta de los compañeros que llegaban detrás
de nosotros.
- Yo, por mi parte, creo que fue muy importante a la hora de subir
los ánimos que nos dábamos entre nosotros; de modo que
obteníamos la fuerza suficiente para seguir adelante con entusiasmo.
- Bueno, ¿qué te pareció la bajada?: A mí,
realmente, me pareció mucho más dura que la subida;
además de que el recorrido fue mucho más largo y la
poca inclinación no te dejaba apreciar que realmente estabas
bajando. Y eso psicológicamente te deja hecho polvo porque
parece que nunca llegamos abajo.
- ¿Cómo resumirías brevemente esta experiencia?:
A pesar de la duda inicial, la sensación de victoria, de haberlo
conseguido, es algo que nos quedará grabado para siempre.
