Bajo el cielo infinito de Consuegra
Myriam Martínez (Cádiz)
Catarina Cortizas (Ferrol)
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Myriam y Catarina
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Mientras volvíamos del pueblo, se podían observar los
molinos y el castillo iluminados, de modo que hasta parecían
que radiaban luz propia. Pero, desde el momento en el que el sol se
escondió, nos vimos introducidas en la magia de una noche de
Castilla-La Mancha.
Fue nuestra primera noche a la intemperie, y qué mejor sitio
para pasarla que las terrazas próximas. Con saco y esterilla
en mano nos tumbamos ante la noche. Cuando las luces se apagaron la
oscuridad fue tal, que las tres o cuatro estrellas que observábamos
antes, se convirtieron en cientos.
Ninguna de nosotras queríamos dormir, las dos tratábamos
de no cerrar los ojos y permanecer el mayor tiempo posible calladas,
contemplando ese infinito. Finalmente, el cansancio y el sueño
de ese día vencieron nuestros deseos y nos dormimos cobijadas
entre una luna anaranjada y la multitud de estrellas que la rodeaban.
Al amanecer, nos despertó un sol que comenzaba a levantarse
sobre la línea de esta inmensa llanura. La luna de esa noche
le cedió el color al sol. Aún cansadas, nos levantamos
y desde esa terraza observamos, una vez más, en silencio, el
despertar del día.
Podemos llamarnos afortunadas ya que pocas personas han pasado una
noche bajo el cielo infinito de Consuegra, como lo hizo en nuestros
sueños Don Quijote de la Mancha.
