Crónica del 19 de julio

Bajo el cielo infinito de Consuegra
Myriam Martínez (Cádiz)
Catarina Cortizas (Ferrol)


Myriam y Catarina

Mientras volvíamos del pueblo, se podían observar los molinos y el castillo iluminados, de modo que hasta parecían que radiaban luz propia. Pero, desde el momento en el que el sol se escondió, nos vimos introducidas en la magia de una noche de Castilla-La Mancha.

Fue nuestra primera noche a la intemperie, y qué mejor sitio para pasarla que las terrazas próximas. Con saco y esterilla en mano nos tumbamos ante la noche. Cuando las luces se apagaron la oscuridad fue tal, que las tres o cuatro estrellas que observábamos antes, se convirtieron en cientos.

Ninguna de nosotras queríamos dormir, las dos tratábamos de no cerrar los ojos y permanecer el mayor tiempo posible calladas, contemplando ese infinito. Finalmente, el cansancio y el sueño de ese día vencieron nuestros deseos y nos dormimos cobijadas entre una luna anaranjada y la multitud de estrellas que la rodeaban.

Al amanecer, nos despertó un sol que comenzaba a levantarse sobre la línea de esta inmensa llanura. La luna de esa noche le cedió el color al sol. Aún cansadas, nos levantamos y desde esa terraza observamos, una vez más, en silencio, el despertar del día.

Podemos llamarnos afortunadas ya que pocas personas han pasado una noche bajo el cielo infinito de Consuegra, como lo hizo en nuestros sueños Don Quijote de la Mancha.

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