Crónica temática

¿Merecemos ya el título de ruteros?
Florencia Amaro (Uruguay)


Florencia.

¿Cuántas son las experiencias que marcan la vida de un adolescente? Muchas. Desde aquel recordado amor hasta el orgullo de obtener el carné de conducir, son experiencias que hacen de la juventud una de las etapas más especiales en la vida de cualquiera.

Pero ¿cuántas son aquellas experiencias que marcan la vida de una persona? Pocas. Esas sí que no se pueden nombrar, porque no hay patrón alguno. Simplemente se dan y uno las asimila como algo sumamente especial.

Yo, a mis 16 años y junto a más de 300 chicos de mi misma edad, de más de 40 países diferentes, estamos viviendo uno de esos hechos, que estoy segura dejará una huella profunda en nuestras vidas: "RUTA QUETZAL BBVA".

Muchos se preguntarán: entonces ¿qué es la "Ruta"? La única forma de poder entenderlo es viviéndola. Porque es más que el programa académico, más que el intercambio cultural, más que aventura, mucho más que todo eso. Quizás cuando culmine esta experiencia y la vea en retrospectiva, logre ser más clara y precisa, pero creo que definitivamente no hay adjetivo para definirla o calificarla.

Mientras uno va creciendo y formándose como persona, cree saberlo todo; pero, cuando alguien se topa con algo así, tus horizontes comienzan a ampliarse. Lo querido se vuelve amado y todos los colores con los que uno pintaba su vida, adquieren tonalidades diferentes.

Ya pasaron más de veinte días desde el inicio de toda esta aventura. Cumplida la fase de América, mis compañeros y yo estamos iniciando el camino en España, tierra conocida y desconocida para muchos.

Atrás van quedando momentos buenos, excelentes, malos y otros tantos más. Como los vividos en el Pico Duarte o en el Paso de los Hidalgos en República Dominicana. Estos fueron obstáculos protagonistas, por excelencia, de la Ruta Quetzal BBVA. En realidad, más que obstáculos fueron retos, que en su momento parecían insuperables y ahora forman parte de tantos logros que vamos acumulando al correr de nuestras vidas.

Es difícil transmitir por medio de un papel todo lo vivido; las voces de aliento que opacaban al desaliento o las manos amigas que se unían para enfrentar juntas las dificultades. Nunca faltó alguien que dejando a un lado su cansancio se acercara para transmitir fuerza y valor

Quiero guardar por siempre en mi mente y en mi corazón las distintas imágenes en la que los monitores nos impulsaban a más. Recuerdo muy bien a uno de ellos diciendo "como que me llamo Miguel, vas a llegar". También conservo como un tesoro en mi memoria a los lugareños y la bondad con la que nos acogieron cuando llegamos al Bosque del Pueblo en Puerto Rico: ya entrada la noche, muy pocos de nosotros contaba con linterna, pero mientras caminábamos era la propia gente del lugar que nos iluminaba el camino con sus linternas completándolo con un cálido "bienvenidos".

¿Cómo explicar por medio de un papel la sensación de paz que nos embargó, una vez superados los retos? ¡Qué satisfacción tan grande sentimos al cruzar el puente que indicaba el fin del descenso del pico y la llegada al campamento base! Es pensar "misión cumplida": esa es la principal recompensa.

Ya lo decía ayer uno de los ruteros: "nosotros, en este momento, desviamos nuestras vidas del camino por el que todos transitan para vivir esta gran experiencia" que ahora está comenzando en la "Madre Patria". Así quedan nuevos obstáculos por superar, pero ya no los enfrentaremos con el mismo miedo con el que enfrentamos los primeros al comienzo de la Ruta. Creo que ya podemos, en algún punto, designarnos por el título de "Ruteros" que forman la gran comunidad de la "Ruta Quetzal BBVA"-

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