Llegada a Barajas
Elena Fuertes (Oviedo)
Patricia Díaz (Madrid)
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Elena y Patricia.
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Fotos, pancartas, sonrisas, lágrimas... No, esto no es Hollywood,
aunque nos sentimos estrellas. Estrellas cargadas con pesadas mochilas
y no precisamente limpias, desprendiendo un olor no muy agradable
que parece no importar a toda esa masa de padres ansiosos por ver
a sus hijos recien llegados de las américas.
Los padres llevaban en sus manos grandes y extrañas bolsas
de ... ¡comida! Después de llevarnos a la boca pedazos
de este gran tesoro, entre besos y abrazos, nos vamos a los autobuses,
dejando atrás nuestras viejas guaguas amarillas y ruidosas.
Abandonamos el aeropuerto para volver al día siguiente y encontrarnos
de nuevo nuestras anheladas amistades americanas, e intentar superar
a nuestros padres en su recibimiento.
Llegamos a Boadilla, instalamos el campamento y un grupo de nosotras
se reúne y va con sus padres a disfrutar de día libre
con ellos, mientras los otros, los "huérfanos" nos
quedamos mirando cómo nuestros compañeros atraviesan
felices la verja que separa la vida real de la rutera.
Los que nos fuimos con nuestros padres, entre ellos esta madrileña,
Paty, posamos momentos diferentes, aunque todos coincidimos en que
el reencuentro ha sido muy emotivo.
Una parte llegamos a las 11:00 h. al campamento y los otros tuvimos
la suerte de poder dormir en casa y llegar a las 7:00.
El resto de los "huérfanos", como esta rutera de
Oviedo (Elena), nos quedamos en el campamento, pero no menos felices.
Aprovechamos la salida de nuestros compañeros para darles algo
de ropa sucia que más tarde traerían irreconocible,
limpia y agradable.
Una parte de los "huérfanos" fuimos a Boadilla pueblo,
y los demás se quedaron en el campamento disfrutando del sol
y la piscina tranquilamente, algo que no sentimos muy a menudo en
la Ruta. Más tarde y, después de ducharnos, lavar algo
de ropa en los vestuarios, cenamos, pero no el arroz diario, ni yuca
o mangú, sino tortilla de patatas ¡cuánto tiempo!
Tras las charlas y risas con nuestras compañeras, nos fuimos
a dormir, pero extrañamente y por primera vez en la Ruta, separadas.
Una parte disfrutó de su cama bajo el techo de sus casas y,
la otra parte, durmiendo en nuestros sacos bajo un trozo de plástico
que, desde hace tiempo, se ha convertido en nuestra casa.
Pero todos estamos separados en dos partes por un pequeño
charquito, el Oceáno Atlántico. Todos nos dormimos felices
de estar aquí y mañana otra vez juntos.
Besos y recuerdos para nuestras familias y amigos. Y también
para todos las madres que nos han traído esas comidas y bocadillos
que tan bien nos han sabido.
