Crónica del día 11 de julio

Llegada a Barajas
Elena Fuertes (Oviedo)
Patricia Díaz (Madrid)


Elena y Patricia.

Fotos, pancartas, sonrisas, lágrimas... No, esto no es Hollywood, aunque nos sentimos estrellas. Estrellas cargadas con pesadas mochilas y no precisamente limpias, desprendiendo un olor no muy agradable que parece no importar a toda esa masa de padres ansiosos por ver a sus hijos recien llegados de las américas.

Los padres llevaban en sus manos grandes y extrañas bolsas de ... ¡comida! Después de llevarnos a la boca pedazos de este gran tesoro, entre besos y abrazos, nos vamos a los autobuses, dejando atrás nuestras viejas guaguas amarillas y ruidosas.

Abandonamos el aeropuerto para volver al día siguiente y encontrarnos de nuevo nuestras anheladas amistades americanas, e intentar superar a nuestros padres en su recibimiento.

Llegamos a Boadilla, instalamos el campamento y un grupo de nosotras se reúne y va con sus padres a disfrutar de día libre con ellos, mientras los otros, los "huérfanos" nos quedamos mirando cómo nuestros compañeros atraviesan felices la verja que separa la vida real de la rutera.

Los que nos fuimos con nuestros padres, entre ellos esta madrileña, Paty, posamos momentos diferentes, aunque todos coincidimos en que el reencuentro ha sido muy emotivo.

Una parte llegamos a las 11:00 h. al campamento y los otros tuvimos la suerte de poder dormir en casa y llegar a las 7:00.

El resto de los "huérfanos", como esta rutera de Oviedo (Elena), nos quedamos en el campamento, pero no menos felices. Aprovechamos la salida de nuestros compañeros para darles algo de ropa sucia que más tarde traerían irreconocible, limpia y agradable.

Una parte de los "huérfanos" fuimos a Boadilla pueblo, y los demás se quedaron en el campamento disfrutando del sol y la piscina tranquilamente, algo que no sentimos muy a menudo en la Ruta. Más tarde y, después de ducharnos, lavar algo de ropa en los vestuarios, cenamos, pero no el arroz diario, ni yuca o mangú, sino tortilla de patatas ¡cuánto tiempo! Tras las charlas y risas con nuestras compañeras, nos fuimos a dormir, pero extrañamente y por primera vez en la Ruta, separadas. Una parte disfrutó de su cama bajo el techo de sus casas y, la otra parte, durmiendo en nuestros sacos bajo un trozo de plástico que, desde hace tiempo, se ha convertido en nuestra casa.

Pero todos estamos separados en dos partes por un pequeño charquito, el Oceáno Atlántico. Todos nos dormimos felices de estar aquí y mañana otra vez juntos.

Besos y recuerdos para nuestras familias y amigos. Y también para todos las madres que nos han traído esas comidas y bocadillos que tan bien nos han sabido.

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