Hasta luego, América
Mairena Ruiz (Valencia)
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Mairena.
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Es difícil expresar mediante palabras lo que siento al dejar
América. Por una parte, me invade la sensación de que
dejo un trozo de mí mismo atrás que no sé si
recuperaré, ni si alguna vez volveré. También
dejo atrás una tierra que nos ha acogido con los brazos abiertos
y que lo ha dado todo por nosotros, lloviera o hiciera sol, y siempre
con la mayor de las sonrisas, pero por encima de todo, siento temor.
Temor por la tristeza que ayer sentí al despedirme de mis compañeras
americanas durante dos días, ya que ellas llegarán a
España en otro avión cargado de verdes mochilas repletas
de ilusión.
Todo esto me hace pensar en el último día y la tristeza
que sentiré al separarme de la gente con la que en los escasos
veinte días de Ruta que llevamos ha compartido tantas cosas...
Pero hay que seguir adelante y, una vez que te encuentras a 10000
m. de altura viajando rumbo a la península a 820 km/h, recuerdas
de repente a la gente que está esperando en Madrid para verte
y abrazarte y en las nuevas aventuras que vas a vivir y, entonces,
vuelven la ilusión y las ganas de seguir.
Lamentándolo mucho, no hay interesantes anécdotas que
contar sobre el vuelo de regreso, salvo tal vez el hecho de que las
azafatas no dejaron de pasar cada medía hora por los pasillos
del avión perfumando con ambientador, opacando así la
famosa fragancia Ruta Quetzal que tan desagradable resulta a los desconocidos.
Tras un animado aterrizaje, descendemos del avión y vamos
hasta la terminal para recoger nuestro equipaje, trámite que
nos roba varias de nuestras escasas horas ruteras; pero eso sí,
amenizado por los "titis" y las conversaciones sobre los
planes que teníamos para la emotiva y emocionante tarde que
nos esperaba. Aunque no todo fue tan agradable, ya que la expedicionaria
María Luisa se llevó un gran disgusto al recibir su
mochila completamente destrozada, así como los objetos de su
interior.
Afortunadamente aceptaron su reclamación y la compañía
Air Europa va a pagar todo su nuevo material, incluído el que
adquirió ayer en el Centro Comercial de Boadilla del Monte,
junto a la monitora Patty.
Nada nos podría haber preparado para la salida de la terminal.
Al salir por las puertas automáticas, nos vimos rodeados de
un enorme grupo de padres, amigos y periodistas que nos dieron la
bienvenida entre vítores, carteles y también lágrimas.
Muchos de nosotros podíamos abrazar a nuestras familias durante
unos minutos para luego salir rapidamente hacia los autobuses y marchar
a Boadilla del Monte, seguidos por una larga caravana de coches pertenecientes
a padres y amigos. Al llegar al campamento, organizamos rápidamente
las tiendas, hacemos una comida simbólica y finalmente nos
vamos con nuestros padres.
Pero no es un adiós a América, es tan solo un hasta
luego mientras decimos hola a nuevas aventuras y emociones que a buen
seguro vamos a vivir.
