Crónica del día 8 de julio

San Juan de Puerto Rico
Rocío de Juana Sanz (Guadalajara)
Inés Aquilué Junyent (Barcelona)


Rocío e Inés.

Mientras te encuentras inmersa en un sueño de escasas horas, el sonido estridente del megáfono te despierta. Y, aunque al abrir los ojos te sientas desorientada, rápidamente te das cuenta de que estás estirada en tu tienda, acampada en una playa de arena fina y blanca del Caribe.

La mañana de hoy ha empezado algo más movidita que de costumbre. Nuestro cuerpo entumecido, casi consigue rehabilitarse gracias a los ejercicios de aerobic realizados con la ayuda de la brisa del mar. Al finalizar la sesión deportiva, a eso de las siete y media, hemos podido bañarnos en el mar. Pero como el agua nos llegaba a los tobillos, hemos optado por darnos una ducha fría. Después de quedar medianamente limpios, nos han llamado por grupos para tomar el desayuno. Este consistía en una papilla algo extraña, un trozo de paté, una rebanada de pan de molde, una pera y un poco de leche. Resumiendo era, sin duda, el peor desayuno que nos habían dado.

Antes de que tuviéramos tiempo de terminar, nos hicieron subir a los autobuses para ir hacia San Juan. El trayecto fue bastante entretenido, aunque más largo de lo esperado. Una vez que llegamos a la capital de la isla, pudimos empezar a sentir la vitalidad de sus gentes, los olores del aire y los colores de sus calles. Para poder apreciar la belleza de la ciudad, nos adentramos en el principio de su historia y visitamos los dos fuertes que la presiden.

Uno de ellos, el Fuerte del Morro, fue construído en un saliente rocoso de la bahía. Cuando nos acercábamos a su entrada todo a nuestro alrededor eran prados y hierba cercanos a la arena de la playa. El viento soplaba fuertemente despeinándonos y su silbido nos acompañaba. Una vez dentro de la fortaleza, nos sentamos en el patio principal del quinto nivel donde nos dieron la bienvenida al edificio histórico.

A continuación iniciamos la visita en grupos por la fortaleza. Paseando entre las gruesas paredes de pieda, uno se va imaginando cómo sería la vida de los militares españoles que habitaban allí. Los enormes cañones, las torneras y las escaleras de caracol forman un harmonioso conjunto. Cuando, finalmente, la guía terminó su charla, nos juntamos todos los grupos para hacernos una foto en una de las murallas del fuerte. Para continuar con la visita histórica, nos dirigimos al Fuerte de San Cristóbal, algo más pequeño que el anterior, ya que no poseía ni faro ni tantos niveles. Éste destacaba por sus siete cisternas utilizadas para almacenar agua de la lluvia y por sus calabozos.

Después de disfrutar de las diferentes explicaciones del guía, nos repartieron la comida en la parte del fuerte más cercana al mar. La comida estuvo relativamente bien, si la comparamos con el desayuno. Como es costumbre, nuestro grupo tardó demasiado en encontrarse y fue, consecuentemente, el último en comer. El día continuó: recepción con la gobernadora de Puerto Rico, magnífico refrigerio, tarde libre en la ciudad...

Los días así van pasando y nosotras tenemos la oportunidad de vivir esta irrepetible aventura. Y, aunque estamos bien, algo en nuestro interior está cambiando, será por los nuevos amigos, por las nuevas experiencias o quizá sea tan sólo una impresión; pero podemos asegurar que no nos sentimos igual.

Queremos enviar a nuestros padres y amigos, en Guadalajara y Barcelona, un saludo cariñoso.


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