San Juan de Puerto Rico
Rocío de Juana Sanz (Guadalajara)
Inés Aquilué Junyent (Barcelona)
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Rocío e Inés.
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Mientras te encuentras inmersa en un sueño de escasas horas,
el sonido estridente del megáfono te despierta. Y, aunque al
abrir los ojos te sientas desorientada, rápidamente te das
cuenta de que estás estirada en tu tienda, acampada en una
playa de arena fina y blanca del Caribe.
La mañana de hoy ha empezado algo más movidita que
de costumbre. Nuestro cuerpo entumecido, casi consigue rehabilitarse
gracias a los ejercicios de aerobic realizados con la ayuda de la
brisa del mar. Al finalizar la sesión deportiva, a eso de las
siete y media, hemos podido bañarnos en el mar. Pero como el
agua nos llegaba a los tobillos, hemos optado por darnos una ducha
fría. Después de quedar medianamente limpios, nos han
llamado por grupos para tomar el desayuno. Este consistía en
una papilla algo extraña, un trozo de paté, una rebanada
de pan de molde, una pera y un poco de leche. Resumiendo era, sin
duda, el peor desayuno que nos habían dado.
Antes de que tuviéramos tiempo de terminar, nos hicieron subir
a los autobuses para ir hacia San Juan. El trayecto fue bastante entretenido,
aunque más largo de lo esperado. Una vez que llegamos a la
capital de la isla, pudimos empezar a sentir la vitalidad de sus gentes,
los olores del aire y los colores de sus calles. Para poder apreciar
la belleza de la ciudad, nos adentramos en el principio de su historia
y visitamos los dos fuertes que la presiden.
Uno de ellos, el Fuerte del Morro, fue construído en un saliente
rocoso de la bahía. Cuando nos acercábamos a su entrada
todo a nuestro alrededor eran prados y hierba cercanos a la arena
de la playa. El viento soplaba fuertemente despeinándonos y
su silbido nos acompañaba. Una vez dentro de la fortaleza,
nos sentamos en el patio principal del quinto nivel donde nos dieron
la bienvenida al edificio histórico.
A continuación iniciamos la visita en grupos por la fortaleza.
Paseando entre las gruesas paredes de pieda, uno se va imaginando
cómo sería la vida de los militares españoles
que habitaban allí. Los enormes cañones, las torneras
y las escaleras de caracol forman un harmonioso conjunto. Cuando,
finalmente, la guía terminó su charla, nos juntamos
todos los grupos para hacernos una foto en una de las murallas del
fuerte. Para continuar con la visita histórica, nos dirigimos
al Fuerte de San Cristóbal, algo más pequeño
que el anterior, ya que no poseía ni faro ni tantos niveles.
Éste destacaba por sus siete cisternas utilizadas para almacenar
agua de la lluvia y por sus calabozos.
Después de disfrutar de las diferentes explicaciones del guía,
nos repartieron la comida en la parte del fuerte más cercana
al mar. La comida estuvo relativamente bien, si la comparamos con
el desayuno. Como es costumbre, nuestro grupo tardó demasiado
en encontrarse y fue, consecuentemente, el último en comer.
El día continuó: recepción con la gobernadora
de Puerto Rico, magnífico refrigerio, tarde libre en la ciudad...
Los días así van pasando y nosotras tenemos la oportunidad
de vivir esta irrepetible aventura. Y, aunque estamos bien, algo en
nuestro interior está cambiando, será por los nuevos
amigos, por las nuevas experiencias o quizá sea tan sólo
una impresión; pero podemos asegurar que no nos sentimos igual.
Queremos enviar a nuestros padres y amigos, en Guadalajara y Barcelona,
un saludo cariñoso.
