Crónica del día 3 de julio

Ángeles en nuestro camino
Óscar Francisco López Núñez, El Salvador


Óscar Francisco.

Quiero tratar un tema aunque sea fuera de tiempo porque, de un modo u otro, se repite cada día en nuestro camino.

Salíamos de La Isabela y continuábamos nuestro recorrido durante un par de horas. Se dieron las 9:00 a.m.; hora en la que el Sol empezaba a calentar nuestras cabezas. Tomamos entonces nuestro pequeño, pero suculento desayuno desde una pequeña elevación por la cual podíamos contemplar una hermosa vista panorámica del que sería nuestro recorrido: el Paso de los Hidalgos. Pues sí, muy emocionados estábamos todos por nuestro recorrido al contemplar desde lejos nuestro sitio de destino; pero pocos nos habíamos percatado para ese entonces de un pequeño problema.

Un problema que, a corto plazo, se tornaría en grave dado las circunstancias del viaje. Nuestro problema era el agua. A medida que pasaba el día, ésta se iba consumiendo de nuestras cantimploras y muchos no se daban cuenta de que estábamos a punto de realizar una caminata de 11 kms. de distancia, lo cual equivaldría a 4 ó 5 horas.

Iniciámos pues nuestro recorrido por este primer camino de América que data desde los tiempos colombinos y cuya vegetación, en especial frutales, es muy vasta. Después de hora y media de recorrido, nos vimos en el grave aprieto: estábamos sin agua. La angustia provocada por la sed era evidente en unos más que en otros; pero no podíamos hacer nada al respecto.

Recuerdo que en los momentos más abrumantes por la sed, le pedía ayuda a Dios, para que me diera fuerzas o nos pusiera un nacimiento de agua en nuestro camino. Creo que Dios me escuchó y mejor aún, en lugar de colocarnos una nacimiento nos envió ángeles.

Pues sí, ángeles que habitaban en el Paso de los Hidalgos, como en tantos otros caminos de nuestra aventura, cada día.

Me refiero a las personas nativas del lugar quienes, al ver nuestras caras de desaliento y nuestro estado de deshidratación, se compadecieron de nosotros al darnos de beber agua de sus casas, sin importarles ni cuantos éramos ni las restricciones de nuestros monitores; quienes no nos permitían tomar el líquido por ser de dudosa procedencia.

Pueda ser que el término "ángeles" le parezca a cualquiera muy exagerado; pueda ser. Pero para mí, que he tenido la oportunidad de vivir en carne propia lo que es caminar cientos de metros cargando una mochila y bajo el abrumante calor del mediodía, no existe un mejor calificativo.

Me decidí a escribir sobre esto, aunque ya han pasado unos días, porque me tocó el corazón el poder percibir el cambio y la solidaridad de los dominicanos; el poder darme cuenta de que siempre existen personas sensibles y humanistas que son capaces de darse desinteresadamente. Pues sí, estos son mis ángeles; éstos son los "Ángeles del Paso de los Hidalgos": personas que quedarán grabadas en los recuerdos memoriales de mis aventuras en esta durísima pero vivificante Ruta Quetzal BBVA.

Aún estábamos a medias en nuestro recorrido y, aunque exhaustos y cansados, nos marchábamos felices y animados para afrontar el resto de nuestro camino.

Esto es la Ruta Quetzal BBVA; un conjunto de vivencias amargas y dulces que me permiten reflexionar sobre mi vida y la de los demás y que, al fín y al cabo, me llenan de felicidad y satisfacción.

Un saludo para mi familia y amigos, les quiero mucho.

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