Ángeles en nuestro camino
Óscar Francisco López Núñez, El Salvador
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Óscar Francisco.
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Quiero tratar un tema aunque sea fuera de tiempo porque, de un modo
u otro, se repite cada día en nuestro camino.
Salíamos de La Isabela y continuábamos nuestro recorrido durante
un par de horas. Se dieron las 9:00 a.m.; hora en la que el Sol empezaba
a calentar nuestras cabezas. Tomamos entonces nuestro pequeño, pero
suculento desayuno desde una pequeña elevación por la cual podíamos
contemplar una hermosa vista panorámica del que sería nuestro recorrido:
el Paso de los Hidalgos. Pues sí, muy emocionados estábamos todos
por nuestro recorrido al contemplar desde lejos nuestro sitio de destino;
pero pocos nos habíamos percatado para ese entonces de un pequeño
problema.
Un problema que, a corto plazo, se tornaría en grave dado las circunstancias
del viaje. Nuestro problema era el agua. A medida que pasaba el día,
ésta se iba consumiendo de nuestras cantimploras y muchos no se daban
cuenta de que estábamos a punto de realizar una caminata de 11 kms.
de distancia, lo cual equivaldría a 4 ó 5 horas.
Iniciámos pues nuestro recorrido por este primer camino de América
que data desde los tiempos colombinos y cuya vegetación, en especial
frutales, es muy vasta. Después de hora y media de recorrido, nos
vimos en el grave aprieto: estábamos sin agua. La angustia provocada
por la sed era evidente en unos más que en otros; pero no podíamos
hacer nada al respecto.
Recuerdo que en los momentos más abrumantes por la sed, le pedía
ayuda a Dios, para que me diera fuerzas o nos pusiera un nacimiento
de agua en nuestro camino. Creo que Dios me escuchó y mejor aún, en
lugar de colocarnos una nacimiento nos envió ángeles.
Pues sí, ángeles que habitaban en el Paso de los Hidalgos, como
en tantos otros caminos de nuestra aventura, cada día.
Me refiero a las personas nativas del lugar quienes, al ver nuestras
caras de desaliento y nuestro estado de deshidratación, se compadecieron
de nosotros al darnos de beber agua de sus casas, sin importarles
ni cuantos éramos ni las restricciones de nuestros monitores; quienes
no nos permitían tomar el líquido por ser de dudosa procedencia.
Pueda ser que el término "ángeles" le parezca a cualquiera muy exagerado;
pueda ser. Pero para mí, que he tenido la oportunidad de vivir en
carne propia lo que es caminar cientos de metros cargando una mochila
y bajo el abrumante calor del mediodía, no existe un mejor calificativo.
Me decidí a escribir sobre esto, aunque ya han pasado unos días,
porque me tocó el corazón el poder percibir el cambio y la solidaridad
de los dominicanos; el poder darme cuenta de que siempre existen personas
sensibles y humanistas que son capaces de darse desinteresadamente.
Pues sí, estos son mis ángeles; éstos son los "Ángeles del Paso de
los Hidalgos": personas que quedarán grabadas en los recuerdos memoriales
de mis aventuras en esta durísima pero vivificante Ruta Quetzal BBVA.
Aún estábamos a medias en nuestro recorrido y, aunque exhaustos
y cansados, nos marchábamos felices y animados para afrontar el resto
de nuestro camino.
Esto es la Ruta Quetzal BBVA; un conjunto de vivencias amargas y
dulces que me permiten reflexionar sobre mi vida y la de los demás
y que, al fín y al cabo, me llenan de felicidad y satisfacción.
Un saludo para mi familia y amigos, les quiero mucho.
