Crónica del día 3 de julio

Adiós a la República Dominicana
Teresa Morales, Madrid


Teresa.

Los días siguen pasando aquí en la expedición y hoy, 3 de julio, nos despedimos con pena de este maravilloso país en el que hemos estado.

Una vez desmontado el campamento, nos dirigimos a la Casa de España donde nos esperaba una estupenda piscina para nuestro disfrute mañanero.

La tarde ha comenzado con un concierto de la banda de la Ruta y con la primera actuación del coro. No deja de sorprenderme la admiración que sienten estos chicos por la música y el tiempo que le dedican. Son, sin duda, una muestra del empeño que tenemos los expedicionarios por conseguir nuestras metas. El concierto no se ha dado en las mejores condiciones acústicas: una piscina a un lado y una carretera al otro. Pero, aún así, nos han maravillado con la alegría de sus canciones, las cuales han mejorado mucho desde la última actuación, gracias a unos pocos días de ensayo.

Al terminar el concierto nos hemos dirigido a los autobuses por grupos. No quiero dejar de hablar de los autobuses que, desde mi punto de vista, nos hacen pasar los mejores momentos. Dentro de estas "guaguas" con asientos de plástico duro, un sistema de cuerdas que van por el techo para llamar al conductor, las ventanas abiertas como sistema de refrigeración y todos nuestras mochilas apiñadas por el pasillo, tenemos la oportunidad de conocernos lo mejor posible. Así, siempre con ilusión y alegría, cantamos, hablamos y, sobre todo, nos divertimos. Siendo trescientos "ruteros" no dejas de encontrarte con una nueva historia de alguien a quien aún no habías conocido.

El de hoy ha sido uno de esos viajes en autobús, aunque no de los más largos. En poco rato nos hemos encontrado esperando en la fila para entrar al barco que nos va a llevar a Puerto Rico. Estos momentos de espera han sido tiempo de reflexión. Reflexión sobre los días que han pasado tan rápido en la República Dominicana. Es un país sorprendente, con mucha pobreza, pero con una gente que nos acoge como si estuviéramos en casa. En estos doce días hemos aprendido muchísimo. No sólo con las conferencias sino también viendo con nuestros propios ojos una nueva cultura que nos ha enseñado la vida desde otra perspectiva.

Las condiciones han sido bastante duras. Esta tarde nos hemos dado cuenta de todo lo que nos ha faltado al subirnos al barco. Aquí cosas tan simples como poder encender la luz, o tener un baño con grifo y espejo incluídos nos ha parecido una maravilla. Por no hablar del aire acondicionado o del colchón y la almohada.

El momento más emocionante fue la cena. Sin duda, después de doce días comiendo arroz y yuca, cualquier cosa un poco más variada nos iba a parecer estupenda, pero ninguno de nosotros podría describir con palabras lo que sintió al saber que para cenar había buffet libre. A pesar de que sólo pudimos servirnos una vez, comimos muchísimo, o eso nos pareció a todos.

Después de la cena nos dejaron tiempo libre para disfrutar del barco. Fue tan divertido que las 2 horas se nos pasaron volando. Unos hablando y conociéndose mientras observaban el mar, otros bailando sin parar en la discoteca, todos pasamos un rato estupendo.

Pero ahora, durmiendo por fin en una cama y sintiendo el movimiento del barco, esperamos con ansia la llegada a Puerto Rico, sabiendo que aún nos quedan muchos lugares por ver y muchas aventuras por vivir.

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