Tiempo libre en Santo Domingo
Patricia Fernández (Lugo)
Alba Marie Rosario Moncloa (Puerto Rico)
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Patricia y Alba.
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Sólo dos palabras atrajeron la atención de los expedicionarios esta
tarde: "tiempo libre".
Al instante, manadas de ruteros se desperdigan por la maravillosa
ciudad colonial de Santo Domingo en busca de una cabina telefónica
desde donde llamar a nuestros, hasta ahora, distantes hogares.
En estos breves paréntesis en la desenfrenada actividad de la Ruta
Quetzal BBVA, los expedicionarios descubrimos la otra cara de este
país, que está muy lejos de ser la típica imágen de postal. Es cierto
que hay playas paradisíacas y rincones hermosos, pero la República
Dominicana no es sólo eso; en este país conviven tradición y modernidad,
riqueza y, desgraciadamente, una gran pobreza; pero sobre todo llama
la atención la alegría de sus gentes, con su calmado modo de vida
moderna. Todo esto atrae la atención del expedicionario: junto a un
moderno centro comercial puede haber varias casitas pintadas de colores
vivos en las que tres niños dan brincos al ver la bolsa de patatas
que les ofrece una rutera.
Los expedicionarios nos dirigimos al Mercado Modelo, en el que ya
habíamos estado a nuestra llegada a la República Dominicana. Para
llegar hasta él se han de atravesar varias calles llenas de música,
colorido y alegría de las gentes sentadas apaciblemente a la puerta
de sus casas. El mercado está lleno de pequeñas tiendecillas abarrotadas
de cuadros, baratijas o cualquier otra cosa que se quiera encontrar.
Los propietarios de los diversos puestos atendían felices a los expedicionarios,
viendo en nosotros una próspera mina de oro, pero dejaban de sonreir
cuando se iniciaba la gran ceremonia del regateo, como es de rigor
en estos lares.
Correteamos los expedicionarios por la comercial calle del Conde,
entre las miradas de los curiosos dominicanos y los no menos estrañados
turistas, en busca de un lugar donde realizar las últimas compras
o preguntando por dónde llegar a la plaza de España, puesto que ya
son las ocho y, frente al imponente Alcázar de Colón, se impartirá
una nueva clase a cargo de los dos colombinistas de la expedición,
Juan Gil y Consuelo Varela.
Terminada la conferencia, los expedicionarios atravesamos la calle
de las Damas, primada de América, para dirigirnos de nuevo a la fortaleza
Ozama, nuestro "hogar" en la ciudad de Santo Domingo, donde ya nos
esperaban los bomberos, listos para ducharnos a base de manguerazos
para llegar limpios a la cena, con su omnipresente yuca en cada una
de sus variantes.
Más tarde, los expedicionarios miramos al cielo en busca de las
pocas estrellas que brillan en el contaminado cielo nocturno de la
ciudad de Santo Domingo o simplemente deciden no mirar para cerrar
los ojos y descabezar una pequeña siesta, ya que, al llegar la noche,
los expedicionarios caemos dormidos en cualquier lugar, víctimas del
agotamiento que conlleva esta fantástica Ruta Quetzal BBVA en la que
tenemos la suerte de participar.
