El paso de los hidalgos
Andrea García, Breu (Pontevedra)
Wandy Lara, Honduras
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En la imagen, Andrea y Wendy.
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Hoy, 30 de junio, nos levantamos a ritmo de tambores y flautas; tristes
por una parte, pues abandonábamos el lugar que nos sirvió
como hogar durante dos días y tres noches, en los cuales pudimos
disfrutar de bellos atardeceres, del cielo estrellado y del resplandeciente
sol en la playa de La Isabela; pero a la vez ansiosos por hacer el
Paso de los Hidalgos.
Empezamos el viaje pasando por las ruínas y cargando nuestras
mochilas de ataque.
Caminábamos a paso ligero, sin fatiga, cruzando el primer
río en el cual pudimos disfrutar de unos deliciosos tamarindos.
Seguimos hasta llegar al segundo río, la verdad que un poco
seco, pero muy fresco.
Subimos a una pequeña loma, pues llegaba la hora del desayuno.
Allí nos esperaban, con huevos con jamon, pan, plátanos
y no podía faltar el delicioso chocolate. Después de
una larga fila, teníamos en nuestras manos nuestro suculento
platillo.
Comimos con mucho gusto, felices y contentos seguimos el recorrido.
El camino era difícil de recorrer, subimos y bajamos continuamente.
Nos encontrábamos en un lugar riquísimo en flora, era
bellísimo encontrarnos con una variedad de frutas, entre las
cuales están: mangos, cacao, guanábana, café,
plátanos; por ello valía la pena seguir con la caminata.
Pasábamos por pueblecitos en los cuales las gentes muy felices
nos saludaban y nos brindaban un poco de agua, la cual necesitábamos
y nos sentó estupendamente; estaba fresca y muy rica.
Estas caminatas nos hacen valorar cosas a las que antes no le dábamos
importancia y consumíamos sin pensar lo necesarias que son
para todas las personas, como por ejemplo, el agua.
Cada vez, el fin de nuestra caminata, estaba más cerca.
Mirar hacia abajo era impresionante, debido a la variedad de árboles
que podíamos observar, y darnos cuenta que habíamos
recorrido en aproximadamente cuatro horas la mayor parte de nuestra
caminata, sintiendo en pocos minutos la ilusión de que habíamos
logrado nuestra meta: llegar al Mirador de Ojeda, después de
haber pasado por el Paso de los Hidalgos.
Después de tanto esfuerzo y agotamiento físico, nos
estaban esperando deliciosas frutas, bebidas refrescantes, una ducha
con agua fresca y una piscina, que incluso tenía una bellísima
cascada, en la que pudimos disfrutar de un estupendo baño.
