Crónica del día 28 de junio

Una mañana en La isabela
Yuberkis Chevalier, República Dominicana
Laura Casielles, Pola de Siero (Asturias)

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, Laura y Yuberkis.

Hoy sí que costó levantarse. Y es que aquí el cansancio se acumula, y parece que aún no estámos recuperados de la odisea del pico; de modo que, cuando los músicos, con su habitual canto de las mañanitas, se dispusieron a sacarnos del sueño, ni siquiera la perspectiva de una playa paradisíaca ante nuestras puertas de cremallera ayudó realmente, si bien en cosa de diez minutos nuestros ojos estaban forzosamente abiertos y nos habíamos preparado a la ya usual velocidad de la luz.

No habían dado, pues, las ocho aún, cuando comenzamos un paseo, con rumbo desconocido, una caminata matutina de pies mojados por el Caribe que, aunque emocionante para los europeos, no se salía de lo común para la parte americana de la expedición. Eso sí, con incidente incluído de una de nuestras compañeras: se le enganchó un cangrejo en su camiseta. Y de qué tamaño... En cualquier caso, no podemos pasar por alto la gran ayuda que el agua salada está prestando a nuestros pobres pies, tan llenos de ampollas tras las caminatas de los días anteriores.

No tardó mucho en llegar nuestro destino: las ruínas de La Isabela, primera Villa de América, hoy apenas un par de muros desamparados que, al menos desde nuestras posiciones en el suelo, sentados para todo, porque el cansancio nos vence, sirven de marco a los bosques y calas dignos de postal de fondo.

Allí, tras una breve introducción a cargo de Miguel Quadra-Salcedo, comenzó la conferencia de los profesores Consuelo Varela y Juan Gil. A veces, nos cansamos de tanta conferencia; pero hoy, por increíble que nos pareciera, duraron no más de veinte minutos.

Los profesores Gil y Varela se encargaron con sus palabras de guiarnos en un viaje hacia atrás en el tiempo, acompañando a Colón, cuando en su segunda travesía, llegó a esta parte de la isla, buscando un emplazamiento tras la sangrienta destrucción de su fuerte de Navidad. Así, conocimos, las dificultades de su expedición, las penurias de su estancia y los múltiples conflictos que llevaron a que, en menos de un lustro, aquella villa fundada fundada en un risco del Nuevo Mundo y bautizada en honor a la Reina Católica se viniera abajo, quedando en lo sucesivo con el estigma de ciudad maldita... Luego, Salvador, cabeza de nuestros titiriteros, nos trasladó a Segovia medieval con el canto improvisado de un bando y un romance al más puro estilo de los serenos que poblaban las noches de la época.

Tras el consabido camino de vuelta al campamento y un desayuno a nuestro parecer suculento, y del que todo el mundo qusio repetir, comenzaron las actividades. A nuestro grupo, le tocó un taller con el que el viaje temporal siguió adelante: sable en mano y guiados por un casi insolado maestro, emulamos en una lección de esgrima los novelescos duelos de caballeros, aprendiendo pasos y normas, saludos y victorias durante una calurosa mañana en que, al tiempo, otros grupos se dedicaban al aeróbic, al buceo, la pesca, el voley-playa o el cartelismo; y que culminaría con una sabrosa hora de tiempo libre que casi todos empleamos en refrescarnos con el esperadísimo baño en las claras aguas de la playa que nos sirve de casa.

Al chapuzón le siguió el almuerzo, momento siempre adorado. Con eso quedó cumplido nuestro tiempo como reporteras. Una lástima, porque la tarde se presentaba movidita: una amenaza de huracán soplaba sobre nuestras tiendas; pero, de eso, les hablarán nuestras compañeras.

Nosotras ya nos despedimos, aunque queremos aprovechar esta página para enviar un beso enorme a todos nuestros familiares y amigos: ¡Los echamos mucho de menos y andamos a la búsqueda de un teléfono! Y... ¡escribidnos algo!


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