En Marcha hacia La Isabela
Mariana Barbarito, Venezuela
Erika Chávez, Ecuador
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En la imagen, Mariana y Erica.
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UEntre risas, habladurías, frío y alegría, lavamos
nuestra ropa ya sucia del esfuerzo, y nuestros cuerpos que también
lo añoraban; chicas y chicos separados, completamos nuestro
aseo y nos dirigimos empapados entre risas y saltos hasta la parte
anterior del campamento donde recogimos nuestra ropa limpia para poder
cambiarnos. Muchos estrenamos las innovadoras camisetas de color verde
que nos repartieron nuestros monitores.
Todos ordenamos nuestras tiendas, muchos hallamos nuestras pérdidas,
otros organizamos nuestro desorden, pero todos disfrutamos del tiempo
que se nos fue otorgado. Un rico revoltillo de huevo, rollitos de
jamón y pan para un desayuno completo acompañado de
deliciosa avena y nutritiva papaya que cubrió nuestra hambre
para comenzar la aventura.
Los monitores ya tenían preparado un circuito de actividades:
las autoras de esta crónica, ambas pertenecientes al grupo
4, comenzamos en "la torre". Dificilmente subimos una malla
tensada con nuestros compañeros, un paso tras otro; ninguno
cayó, una vez arriba, cambio de cuerdas en el arnés
y rapel hacia abajo, un chico dolorosamente no controló la
velocidad y quemó sus manos con la cuerda para frenarse a centímetros
del piso; arriesgado, pero una gran experiencia. Finalmente, en otro
lateral de la torre, a escalar, pocos logramos tocar la campana en
el tope, símbolo de victoria en la torre.
Con entusiasmo y un poco de valor, cada grupo con su monitor colocó
sus mochilas en los autobuses a las "guaguas" que ya estaban
listas y asignadas, emprendimos nuestro camino, pautado para una duración
de 5 a 6 horas, pero, al final, fueron 7 horas por fallos técnicos
de los buses, rápidamente reparadas.
Durante el camino a La Isabela, muchos durmieron, otros cantaron
y no podía faltar el grupo de percusión, los chicos
con las botellas de agua vacías, tocaban rudimentariamente
grandiosas melodías nacidas en sus increíbles mentes
ruteras. El último tramo fue de un alegre compartir patatas,
refrescos, jugos, todo entre todo como expedicionarios ruteros que
somos.
A ls 9:00 p.m., aproximadamente, llegamos a una playa que penetramos
sin piedad ante el calor: sí, recibimos un refrescante baño
nocturno en las apacibles aguas del Mar Caribe, tras el cordón
de luz que establecían los monitores en lo profundo para mantener
el orden y evitar accidentes.
Limpios, al fin, montamos las tiendas en un nuevo campamento playero,
a orillas del mar se levantaron las puertas de las tiendas para percibir
un increíble espectáculo.
Al finalizar la cena fuimos llamados a una breve, pero excelente
conferencia del profesor Javier Armentia, en la que recibimos un preámbulo
de constelaciones como la Escorpión, la Osa Menor y otras;
algunos, fruto de gran cansancio, durmieron, pero otros estábamos
muy atentos, ante los cuerpos celestes que impactaban nuestra vida,
impresionante centenas de estrellas que cubría la gran bóveda
del cielo.
