Crónica del día 26 de junio

El pico, a tope
Juan Achustegui Sarrionandia, Bilbao

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, Juan.

La noche se nos escapó rauda, y abandonamos resignadamente las techumbres de paja para darnos un baño en las agua gélidas del Yaque Norte. Desayunamos,sin saber a ciencia cierta lo que nos esperaba y, aunque todos estábamos deseosos de comenzar la ascensión, en el campamento se notaba un cierto ambiente de nerviosismo.

Curzamos el río por un tronco que hacía las veces de puente, y comenzamos una caminata que a primera vista no pareció muy dura, pues no llegaba a los 25 kms. Los primeros cuatro kilómetros fueron realmente bellos; apenas tenían pendiente y el estrecho sendero se adentraba en la selva mostrándonos una exuberante vegetación sin par, a la que pocos de nosotros estábamos acostumbrados: helechos que superaban en altura a los más altos, palmeras con hojas tan anchas que era difícil encontrar los bordes... Una visión con la que nos deleitamos haciendo de los primeros pasos una suave y amena marcha. Aún así, hubo gente que se arrepintió de haber comenzado la ascensión, y por el camino veíamos compañeros que volvían al campamento, todos ellos con cara de cansancio y crispación. Tan sólo 160 de los 350 expedicionarios nos decidimos finalmente a subir. La montaña reinó durante los siguientes kilómetros, y sólo se rompía cuando algún compañero cantaba espontáneamente alguna breve cancioncilla para levantar los ánimos. Pero el camino era cada vez más inclinado y duro, el afán de lucha comenzaba a apagarse y lo peor de todo: ya no había posibilidad de volverse, era necesario llegar hasta el campamento antes de que la noche nos envolviese peligrosamente.

Supongo que la mayoría de los lectores, afortunadamente, no habrán sufrido en sus propias carnes lo que aquí llaman el "zoroche", comunmente denominado mal de altura. A mí me invadió casi a 2.700 metros de altura, cuando estábamos a punto de alcanzar la cota más alta antes de iniciar la suave bajada hacia el último campamento antes del Pico. Sentí que no podía caminar, el sueño me invadía y veía un doble sendero. No podía continuar, y si no llega a ser por la perseverancia de los monitores Dani y Rafa, a los que agradezco desde aquí su apoyo, no hubiera llegado al campamento. Finalmente, un mulero me recogió en su mula y me subió. Cuando comenzamos a bajar hasta los 2.500 metros me sentí mejor, y finalmente llegué al campamento superior con mi mochila y la de una compañera caminando a un buen ritmo.

Apenas montamos el campamento, nos apresuramos a comer...¿o cenar? eran las 18:35. Habíamos caminado 5 horas sin agua y nuestro estado no nos permitía mayor festejo que unas palabras de llegada. El Pico Duarte nos esperaba, y debíamos despertarnos a las 4 de la madrugada.

Siguiendo la rutina, nos despertamos a la hora establecida, y, tras un breve desayuno, el grupo de intrépidos que subiría al Duarte (apenas 50) salió aun de noche hacia la cumbre.

Llegamos a la cima hacia las siete y media, y la visión era impresionante: toda la Cordillera Central y gran parte de los valles de Jarabacoa se extendían ante el grupo, acompañados por el busto de expresión fija de Duarte, en cuyo honor se bautizó al coloso de piedra y bosque.

La bajada fue cansada: 11 horas de caminata, sin apenas parar porque una amenazante tormenta aparecía entre los densos bosques y nos recordaba su presencia con ensordecedores truenos.

Llegamos a La Ciénaga, tras dos días emocionantes. Casí todos teníamos ampollas en los pies y una molesta diarrea que nos acompañó toda la bajada; yo mismo la sufrí.

Han sido unos días muy duros, pero lo repetiría si pudiese: el avanzar hacia la cumbre bajo una extenuante lluvia tropical, ver un minúsculo colibrí comiendo néctar de una preciosa flor violeta, sentir el aire puro al despertar de madrugada, reunirse en torno a un fuego para desayunar de noche... son momentos que quedarán grabados para siempre en mi interior, recuerdos que nunca pasarán a ser reminiscencias.

Un saludo para toda mi gente, y Zorianak a la madre de Jon.

Un saludo a toda nuestra familia y amigos.


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