Crónica del día 26 de junio

Pico Duarte: La cima
Olalla Gómez, Madrid
Marta Oñate, Valladolid

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, Olalla y Marta.

Comenzó la subida sabiendo que era un día duro: subir a la montaña más alta del Caribe, el Pico Duarte, 3.120 metros.

Durante la subida nos cayó a todos una tormenta típica del Caribe. Todos los caminos se convirtieron en lodazales y casi "arenas movidizas".

Nuestro grupo era el de los expedicionarios que deseaba llegar a coronar el colosal Pico Duarte. Ese era nuestro objetivo; pero, para conseguirlo, debíamos pasar por una multitud de esfuerzos que se verían recompensados al llegar a la cima.

Preparamos con ilusión nuestras mochilas y recogimos las tiendas. Tuvimos quer ir cargando nuestro pesado equipaje durante todo nuestro camino. Afortunadamente, las tiendas de campaña las acarreaban las mulas que nos prestaron los simpáticos guías de este Parque Natural.

El primer tramo fue el más fácil ya que nuestra primera parada fue en La Laguna. Llevabamos tres horas y cuarto, esfuerzo mínimo comparado con lo que nos quedaba por subir. Mucha gente comenzaba a agotarse y a arrepentirse de haber elegido el grupo que queríamos llegar: ya no podíamos volver atrás y seguíamos muy emocionadas.

Después de un breve descanso, continuamos nuestra marcha a un ritmo muy bueno detrás del gran Jesús Luna, jefe ce campamento.

Preferíamso caminar en la cabeza de la expedición porque, a pesar del esfuerzo, ya que parábamos poco, podíamos llevar un buen paso y conseguir antes nuestro objetivo.

El paisaje que observábamos durante la caminata era increíble: selvas exuberantes, llenas de árboles de todos los tipos y colores; incluso podíamos deleitarnos con los hermosos sonidos de los pájaros caribeños. Los caminos embarrados por culpa de la lluvia hacían nuestra marcha todavía más difícil.

Al llegar a nuestra segunda parada en Agüita Fría, 2.600, el cielo se cubrió rapidamente en poco tiempo ya estaba granizando. Aun con estos inconvenientes teníamos que seguir andando. Nos pusimos nuestra capa amarilla de la Ruta Quetzal BBVA y descendimos desde Agüita Fría a otro valle. Este descenso nos desanimó un poco, ya que habíamos subido tan alto que parecía que nuestros esfuerzos habían sido en vano.

Una vez que hemos llegado a nuestro campamento base, montamos las tiendas con lluvia y cenamos nuestra ración del Ejército Español. Nos animamos porque ya no nos quedaba nada: menos de dos horas nos separaban de la cumbre, pero debíamos esperar al día siguiente para subir, ya que llevábamos todo el día andando.

Eran las 5 de la mañana y mucha gente se quedó en el último campamento base porque ya no podían más. Todavía era denoche cuando empezamos a subir, así que vimos el amanecer durante la marcha y esto fue una experiencia inolvidable.

¡Al llevar un ritmo tan bueno, llegamos enseguida a la cumbre! Tuvimos suerte porque fuimos las primeras en coronar la cima del Pico Duarte.

Desde allí pudimos contemplar las Montañas del Parayso, nombre que dio Colón a aquellas hermosas montañas, ya que creía llegar al Edén.

Queremos dedicar nuestra ascensión a todas aquellas personas que intentaron llegar, pero no pudieron, y también a nuestros amigos que tuvieron que quedarse en el primer campamento base de La Ciénaga.

Tampoco nos vamos a olvidar de nuestros queridos padres y hermanos que estarán siguiendo con ilusión esta gran experiencia única en nuestras vidas.

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