Crónica del día 26 de junio

Campamenro Valle del Tetero
Xenia Viladevall Montserrat, Girona
María Vázquez Moreno, Cáceres

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, Xenia y María.

El objetivo de nuestro grupo era llegar al Valle del Tetero, que estaba a 19 kms. del campamento base, frente a los 24 kms. del Pico Duarte.

Al principio del camino, como parecía fácil y sin muchos desniveles, estábamos todos hablando, cantando y silbando; pero no duró mucho: al cabo de una hora llegaron las subidas llenas de piedras, que intentamos verlas con buenos ojos, sin tener en cuenta nuestro cansancio, pero no podemos negar que el sudor nos empapaba. En este tramo ya empezamos a hacer paradas, porque la gente se cansaba por la sed, teníamos que racionar el agua, bebiendo poco, no sólo porque no era fácil encontrarla, sino que, si bebías mucho, podías encontrarte mal, como le pasó a mucha gente.

Nosotras tuvimos suerte, mejor dicho, fuimos responsables, por racionar el agua y potabilzarla. De esta forma, debido a nuestra buena posición, casi siempre en la cabeza, llegamos con la comida en buen estado, aunque una de nosotras dejó la mochila en las mulas por el dolor de espalda que tenía, unido a la tentación de los contínuas ofertas de los muleros a dejarlas. A pesar de llegar las primeras al lugar de la comida, más o menos a mitad del camino, fuimos las últimas en comer y apenas lo hicimos, porque nos fuímos a la cadena del agua para rellenar cantimploras.

Retomamos la marcha y, aunque parecía que comenzamos de cero, el cansancio aparecía antes de lo previsto. Comenzó la bajada y con ella la lluvia, que provocó un barrizal en un terreno arcilloso y con piedras: caída segura. Así que las risas nos pararon. Aquí la gente ya empezó a ir en mula, sobre todo, por las ampollas. Los demás, aguantando como podíamos, descendíamos esa larguísima bajada, de unas tres horas. Finalmente llegamos al Valle del Tetero, un paisaje increíble nos esperaba. No podíamos desaprovechar esa oportunidad y nos hicimos muchas fotos, para no borrar el recuerdo, aunque parecía imposible, ya que fue una experiencia única e irrepetible.

Estábamos muy cansados, nos fuimos a dormir enseguida; tanto es así, que a las 8,30 todo el mundo estaba dormido, recuperando fuerzas para el día siguiente. Pero no sirvió de nada, estábamos agotados. Teníamos que hacer el mismo camino, pero esta vez de vuelta, es decir, toda bajada se convirtió en subida y esto nos mató.

Por el camino de regreso nos encontramos con compañeros que venían del Pico Duarte, que nos explicaron sus experiencias, sobre todo, las malas. En ese momento nos alegramos de no haber subido.

La bajada fue suave y llevadera, aunque las rodillas se resentían.

Nuestros compañeros del campamento base, nos recibieron con aplausos y alegría. En ese momento nos sentímos muy bien y el cansancio desapareció. Ahora, cuando pensamos en el camino y el Valle, sonreímos y decimos que lo volveríamos a subir, aunque no sabemos si tendríamos fuerza para ello.

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