Crónica del día 26 de junio

Campamento 'compartición'. Pico Duarte.
Mª Pilar Boya, Zamora
María Ortiz Moreno, México

Teresalina, a la izquierda del Rey de España
En la imagen, María y Mª Pilar.

Sólo para los más decididos aventureros, el día comenzó a las 4,30 a.m. en el Campamento "compartición". Con las botas estropeadas y los pantalones mojados por diez horas de marcha del día anterior, comenzamos la ascensión a la cima del Pico Duarte, con tan solo la capa de agua y la cantimplora a mano.

Debido a la pendiente del terreno, varios expedicionarios que no aguantaban más, regresaron decepcionados y un poco tristes, por no haber alcanzado su máxima aspiración en el día y tener la satisfacción de contemplar la espléndida vista desde el techo del Caribe.

Los que conseguimos alcanzar la cima del Pico, vimos recompensado todo nuestro esfuerzo de dos días de dura marcha con una impresionante panorámica.

Sonrientes y satisfechos, comenzamos el descenso. Muchos de nosotros, además del cansancio y suciedad, padecíamos diversas enfermedades, por el clima, la altitud, la comida, la temperatura que nos dificultaban mucho más esa dura tarea de finalizar nuestro recorrido por aquellas alturas.

Pero, gracias a nuestros guías que nos daban ánimo, fuerza y alegría y, sobre todo, a Luis Arias, coordinador de la Defensa Civil, cuyas canciones amenizaban el descenso, logramos llegar hasta Agüita Fría, donde tomamos un apetitoso almuerzo cedido por las Fuerzas Armadas Españolas.

Amenizados, pero muy muy cansados, seguimos nuestra aventura para poder bajar hasta La Ciénaga, campamento base. Muchos expedicionarios no podían resistir más y, gracias a las mulas, lograron alcanzar el campamento, sin esfuerzo.

Sorpredentemente, el descenso duró exactamente la mitad de la subida y, mediante microbuses, llegamos hasta un Rancho, a las afuers de Jarabacoa.

En el Rancho, y sobre un inmenso campo verde, montamos nuestras tiendas y algunos afortunados pudieron hablar con sus padres y comprar algunas cosillas en el pueblo.

Tras un refrescante baño, primero en el río para quitarnos la suciedad, y después en la piscina, logramos terminar ligeramente con nuestro cansancio y quedarnos totalmente relajados.

Después de la cena, aprendimos a comer mango, una fruta tropical que es muy dulce, pero hay pelarla muy bien. Miguel de la Quadra nos tenía preparado también una sorpresa, una hoguera y música típica dominicana, donde muchos de nosotros aprendimos a bailar merengue.

El día, aunque duro, ha sido satisfactorio ya que nuestro esfuerzo se vió recompensado por las vistas y la convivencia entre todos al llegar al Pico Duarte de 3.200 metros de altura. Allí se puso de manifiesto el compañerismo y el hermanamiento entre todas las chicas y chicos de los 43 países unidos por lazos de amistad, entre risas y cansancio. La experiencia ha sido sorprendente.


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