Campamento 'compartición'. Pico Duarte.
Mª Pilar Boya, Zamora
María Ortiz Moreno, México
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En la imagen, María y Mª Pilar.
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Sólo para los más decididos aventureros,
el día comenzó a las 4,30 a.m. en el Campamento "compartición".
Con las botas estropeadas y los pantalones mojados por diez horas de
marcha del día anterior, comenzamos la ascensión a la
cima del Pico Duarte, con tan solo la capa de agua y la cantimplora
a mano.
Debido a la pendiente del terreno, varios expedicionarios que no
aguantaban más, regresaron decepcionados y un poco tristes,
por no haber alcanzado su máxima aspiración en el día
y tener la satisfacción de contemplar la espléndida
vista desde el techo del Caribe.
Los que conseguimos alcanzar la cima del Pico, vimos recompensado
todo nuestro esfuerzo de dos días de dura marcha con una impresionante
panorámica.
Sonrientes y satisfechos, comenzamos el descenso. Muchos de nosotros,
además del cansancio y suciedad, padecíamos diversas
enfermedades, por el clima, la altitud, la comida, la temperatura
que nos dificultaban mucho más esa dura tarea de finalizar
nuestro recorrido por aquellas alturas.
Pero, gracias a nuestros guías que nos daban ánimo,
fuerza y alegría y, sobre todo, a Luis Arias, coordinador de
la Defensa Civil, cuyas canciones amenizaban el descenso, logramos
llegar hasta Agüita Fría, donde tomamos un apetitoso almuerzo
cedido por las Fuerzas Armadas Españolas.
Amenizados, pero muy muy cansados, seguimos nuestra aventura para
poder bajar hasta La Ciénaga, campamento base. Muchos expedicionarios
no podían resistir más y, gracias a las mulas, lograron
alcanzar el campamento, sin esfuerzo.
Sorpredentemente, el descenso duró exactamente la mitad de
la subida y, mediante microbuses, llegamos hasta un Rancho, a las
afuers de Jarabacoa.
En el Rancho, y sobre un inmenso campo verde, montamos nuestras tiendas
y algunos afortunados pudieron hablar con sus padres y comprar algunas
cosillas en el pueblo.
Tras un refrescante baño, primero en el río para quitarnos
la suciedad, y después en la piscina, logramos terminar ligeramente
con nuestro cansancio y quedarnos totalmente relajados.
Después de la cena, aprendimos a comer mango, una fruta tropical
que es muy dulce, pero hay pelarla muy bien. Miguel de la Quadra nos
tenía preparado también una sorpresa, una hoguera y
música típica dominicana, donde muchos de nosotros aprendimos
a bailar merengue.
El día, aunque duro, ha sido satisfactorio ya que nuestro
esfuerzo se vió recompensado por las vistas y la convivencia
entre todos al llegar al Pico Duarte de 3.200 metros de altura. Allí
se puso de manifiesto el compañerismo y el hermanamiento entre
todas las chicas y chicos de los 43 países unidos por lazos
de amistad, entre risas y cansancio. La experiencia ha sido sorprendente.
