Sueño o realidad
Carolina Calvo Ramírez (Costa Rica)
 |

Carolina.
|
No fue un sueño, realmente estoy en la Ruta Quetzal BBVA y,
vaya, que ya estamos en la recta final. Después de un largo
trayecto, hoy logro plasmar los pies en la tierra y, al mismo tiempo,
miro hacia atrás y veo el camino recorrido. Es muy largo, pero
se ve en forma rápida, como un abrir y cerrar de ojos.
Cuando cerré los ojos recordando, los ojos estaban húmedos
y, ahora que los abro, se encuentran secos y mi rostro refleja con
una sonrisa la felicidad de mi corazón: nunca pasó por
mi mente llegar a un cuento tan especial como éste; pero ahora
que me encuentro por terminar una edición más, me doy
cuenta que vale la pena soñar.
Claro que todos tenemos sueños a diario; pero no me refiero
a estos sueños. Lo que quiero decir es que se vale querer llegar
a la cima. Esta vez, la cima de mi montaña fue ser electa para
representar a Costa Rica en la Ruta Quetzal BBVA 2003 y, tras un largo
sendero de esfuerzo y sacrificios, me empeño para llegar, logré
poner la bandera, con mi nombre en una de las tres cordilleras costarricenses.
Aun así, seguí soñando: ni yo me lo creía,
incluso en el aeroplano continúe volando como una mariposa
hacia una flor. Cuando al fin aterricé en mi flor dominicana,
me di cuenta de que mi realidad empezaba. Como estoy acostumbrada
a dar lo mejor de mi cuando entro en algo, tenía los ánimos
muy altos, y vaya cómo se fueron bajando.
Y así fue, luego de unas mínimas cosas extraviadas
y la falta de mi antigua rutina de vida. Al encontrarme con la Ruta,
tuve una que otra crisis emocional, que, hasta unas semanas después,
me di cuenta de lo buenas que fueron. Puede que se pregunten: ¿cómo
una perdida va a ser buena? Ya lo ven: si no hubiera perdido nada,
no hubiera tenido crisis que le sacaría hoy provecho a esta
nueva experiencia.
De eso se trata: la Ruta y todo lo que me ha traído desde
el majestuoso Pico Duarte hasta el barco con destino a Puerto Rico
y el arribo a España han sido parte de mi camino que me ha
enseñado a pensar de una forma diferente acerca de muchas cosas.
He tomado una nueva teoría de vida y forma de llevar a la misma,
con otros motivos para despertar cada mañana y mirar de forma
más objetiva algunos puntos que en el pasado fueron opacos.
Y hoy, con su brillo, cierran los ojos de los incrédulos, de
los no soñadores, de las mentes perezosas que no aspiran ver
más allá del horizonte.
Por eso ahora que pongo los pies en la tierra, trato de aprovechar
al máximo lo que cada nuevo día me enseña para
emplearlo en mi futuro y entender mejor lo que es la verdadera vida.
Cuando desperté y me di cuenta de mi realidad en la Ruta Quetzal
BBVA, también descubrí: lo dichosa que soy y que fui
porque tuve un sueño y lo cumplí con esmero. Ahora,
luego de más de mitad de camino y casi en el final, he crecido;
pero no de tamaño o estructura, si no más bien he crecido
de corazón y mente, he crecido como persona.
Gracias a la Ruta, soy dueña de muchos nuevos secretos para
tener una mejor forma de vivir cada día. Hoy entiendo que cada
cosa tiene mucho más sentido que el que un soñador le
pueda encontrar. Gracias a todo este tiempo, entiendo y acepto mi
realidad. Estoy en un autobús, camino a un lugar que desconozco,
sin saber que pasará. Sólo puedo esperar y aceptar tranquila
la nueva maravilla que, dentro de algún tiempo, llegará
a posarse ante mis ojos.
Esa es mi realidad de hoy; pero no la que me aterra: la despedida,
que aún no ha llegado, pero no por eso me deja de aterrar.
Como veo las cosas en otro color, acepto que no vale la pena perder
tiempo pensando en un día que aún no ha llegado y el
cual no podré evitar.
Así que, gracias Ruta, por darme un sueño y una realidad,
un motivo para vivir más intensamente. Ahora seguiré
soñando.
